Una idea frecuente en estos días, consiste en que estar en contra del Estado de Israel es equivalente a ser antisemita. Esta idea es utilizada por las autoridades y diplomáticos del Estado de Israel, pero también por muchos miembros de la comunidad judía internacional y los aliados de Israel.
Hoy, que el gobierno ha dejado a las empresas israelíes fuera de la FIDAE 2024 como sanción política por las graves violaciones a los derechos humanos en Gaza, esta idea de que cualquier tipo de crítica o sanción contra Israel es un acto de antisemitismo aparece con más frecuencia que antes, pero ya se viene usando hace mucho tiempo. Y a lo largo de este escrito explicaré por qué se trata de un error.
Primero, es evidente que el Estado de Israel tiene muchos detractores a lo largo del mundo. Sabemos que la historia de la fundación del Estado de Israel es bastante polémica. Ella se inscribe en la historia de la repartija de medio oriente a manos de las potencias europeas, y cómo siguiendo esa lógica, Europa y EEUU, tras la segunda guerra mundial y el cierre de los campos de exterminio nazis, decidió otorgar estas tierras al pueblo judío. Así, sin más, como si ellas hubiesen estado deshabitadas desde la muerte de Cristo hasta nuestros días.
Lo anterior ha llevado a mucha gente a estar en contra del Estado de Israel, pues su fundación, existencia y expansión es de lógica completamente colonial. Los judíos que fundaron Israel, desde hacía siglos eran tan europeos como cualquier otro europeo. Su invocación a la raza judía debería ser tan ilegítima como cualquier otra invocación a cualquier otra raza. No hay razón para pensar que los motivos raciales por que fueron perseguidos sean inválidos, si al tiempo se justifica privilegiarles por los mismos motivos. Frente a la violencia que implica esa colonización del territorio palestino, hay muchas personas que se declaran en contra del Estado de Israel, por su orígen y su desarrollo violentos.
Entonces, frente a cualquiera de sus detractores históricos, un partidario del Estado de Israel responderá: eso es antisemitismo. Lo mismo pasa hoy cuando se critica a Israel por perpetrar un genocidio del pueblo palestino. Se alega tajantemente que con ello se ataca al pueblo judío: si se critica a Israel, entonces se es antisemita. Si uno intenta comprender el odio que muchas personas pueden sentir contra ese Estado, entonces uno es igual de malvado que cualquier nazi que haya querido exterminar al pueblo judío.
Pero esta respuesta no es más que un conjunto de falacias que ahora toca explicar. Partamos por recordar lo siguiente: el que sabe distingue y el que no sabe confunde.
El primer error de tratar de antisemitas a los críticos del Estado de Israel consiste en confundir a las personas con las instituciones. El pueblo judío es un conjunto de personas, mientras que el Estado de Israel es una institución. Un Estado no es ni una persona ni un conjunto de personas, sino una máquina conceptual, un conjunto de reglas y funciones, que ordenan procesos y definen responsabilidades. Por eso las personas cambian en los gobiernos, pues solo ocupan cargos temporalmente, mientras que el Estado sigue siendo el mismo. Incluso no debemos caer en este error en el caso en que las instituciones se arroguen la representación de todo un grupo de personas. Da igual si el Estado de Israel dice representar a todos los judíos o si Hamas dice representar a todos los palestinos, ni Israel es la comunidad judía, ni Hamas es Palestina. Así que criticar al Estado de Israel no es criticar a ningún judío por ser judío.
El segundo error al tratar de antisemitas a los críticos del Estado de Israel, es la falacia de composición, es decir, atribuir a un todo algún atributo de las partes que lo componen. En este caso particular: plantear que el Estado de Israel está compuesto por ciudadanos judíos, por lo que sería un Estado es judío, así que cualquier ataque en su contra sería antisemita. Este argumento es falaz porque aunque el Estado de Israel estuviera compuesto sólo por judíos, una institución no puede tener ese apelativo. De la misma manera procede la identificación del pueblo palestino con Hamas: si todos los miembros de Hamas son palestinos, de ahí no se sigue ni que Hamas mismo sea palestino. El uso de un apelativo étnico-cultural respecto de una institución nunca podría significar lo mismo que cuando se usa respecto a una persona. Así que criticar al Estado de Israel no es criticarlo por ser judío.
Sobre el punto anterior, además, se suman dos grandes problemas: (1) El Estado de Israel no está compuesto solo por judíos, pues posee ciudadanos de otras identidades culturales, como las diversas comunidades árabes que habitan en su territorio y que poseen su nacionalidad. Por esto, la premisa que impulsa la falacia de composición es además falsa. (2) Nadie sabe lo que realmente significa ser judío, pues no se trata de una raza homogenea, por el pequeño detalle de que ¡las razas humanas no existen! Además, tampoco se trata ni de una nacionalidad, ni de un sinónimo de profesar la religión judía, pues hay muchos miembros de la comunidad judía que son agnósticos o ateos. De hecho el Estado de Israel es laico. Así que es difícil determinar qué quiere decir alguien cuando trata a otra persona de antisemita.
Además de estos 4 graves problemas para quienes defienden al Estado de Israel afirmando que los críticos de sus políticas sean antisemitas, se suma la falacia ad misericordiam, es decir, la justificación de la verdad de una afirmación invocando a la compasión de quien escucha. Esto es típico en nuestros días: Un partidario de Israel llama a los palestinos «bestias humanas», «animales horribles e inhumanos», y promete no detenerse hasta la victoria final, y más le vale al mundo estar a favor de eso, porque su abuelito murió en Auschwitz. Es verdad que el pueblo judío sufrió el genocidio a manos de los nazis, pero eso no justifica ni autoriza a ocupar el territorio de otros pueblos. Es verdad que Hamas es una institución criminal que perpetró el horrible asesinato de app. 1400 personas inocentes, además de secuestrar a otras más, pero eso no autoriza a asesinar a más de 30 mil y herir a otras 70 mil. En ambos casos se ha usado el holocausto judío como una especie de carta Magic que confiere el poder de la impunidad. Esa es la falacia ad misericordiam.
En definitiva, la trágica historia de un pueblo no le autoriza su Estado a jugar al villano sin que haya consecuencias políticas, y tampoco se puede salvar de las críticas afirmando que ellas son demostraciones de odio contra sus ciudadanos.
Criticar al Estado de Israel por su historia y su política no es un acto de antisemitismo.