La existencia humana no tiene la misma configuración que un sujeto, pues a diferencia de este, al existir ni siquiera le surge la pregunta sobre cómo podría dejar su supuesto aislamiento para entrar en relación con el objeto, pues el existir no puede concebirse sin su mundo.
La pregunta por la existencia del mundo exterior es un falso problema, pues no se podría siquiera formular la pregunta si realmente se careciera de mundo. Forzosamente debe haber un mundo del que dudar.
El existir jamás está en una esfera interna de pensamiento puro, que de repente abandona a través de un artificial hocuspocus —por usar una querida expresión heideggeriana—, para entrar entonces en relación con lo ente, sino que siempre ya está ahí afuera.
Pero hay que advertir que estas explicaciones estructuradas basándose en los términos «dentro» y «fuera» sólo son comprensibles desde la perspectiva de la relación sujeto-objeto, por lo que en sentido estricto no tienen demasiado sentido para explicar la novedad de la propuesta heideggeriana, pues
también en dicho «ser-fuera» con-ocasión-del objeto, el existir es «dentro» si se comprende correctamente.
Martin Heidegger, Sein und Zeit, p. 62
Así, «existir» significa ser-en-el-mundo, haciendo énfasis en la verbalidad de la expresión. El mundo es un modo en que acontece ese verbo: El existir es mundano. Se existe mundanamente.